San Valentín suele ser una fecha señalada en el calendario, es el día que tenemos asignado para dedicar a la pareja, regalos, cena especial… el objetivo es que sea un día significativo en el que el amor cobre todo el protagonismo, afortunadamente es inevitablemente que también sea un día de balance, de evaluar el estado de salud de la relación, de intentar encontrar en la otra persona la chispa que un día nos hizo arder. Y es entonces cuando se puede dar la posibilidad de ser conscientes de que esa chispa no está siendo alimentada como es debido. Porque el amor se riega cada día, en cada gesto, en cada detalle, en cada palabra y mirada. Hay muchísimas relaciones de pareja que se mantienen por el simple hecho de no querer pasar por ese chequeo médico, porque saben que han descuidado tanto su salud que no tendrían más remedio que ponerse manos a la obra y prefieren seguir en la rutina sin pasión, ni intereses comunes a mejorar o cortar la relación.
Pero no queremos centrar el día del amor en las relaciones de pareja, porque si se trata del día del amor, no hay amor más importante que el propio, ese que tenemos o deberíamos tener hacia nosotros mismos, el que también hay que regar y trabajar cada día, tanto o más como el romántico. No está de más que dediquemos un día a homenajear al elemento más preciado que tenemos en la vida, pero no en forma material ni de consumo, la mejor forma de celebrar el amor, es utilizarlo de manera inteligente, para ello podemos:
Analizar cómo lo estamos aprovechando, en nosotros mismos y en cada una de las personas que forman parte de nuestra vida. Hay amor en cada rincón del mundo, en cada persona y en cada esquina, los padres, los amigos, la naturaleza, los animales, las experiencias vividas. ¿Estamos absorbiendo todo ese amor que el mundo nos regala?, ¿estamos queriéndonos bien a nosotros mismos?, ¿qué estás haciendo por ti mismo para demostrarte cuánto te quieres?
Establecer cuáles son nuestros valores con respecto a la forma de amar y ser amado. ¿Cómo te gustaría que fuese tu forma de amar?, ¿qué es para ti demostrar amor y recibirlo?, ¿qué clase de amor quieres tener contigo mismo? Y ¿con lo demás?
Fijar las metas claras sobre el papel que tiene el amor en tu vida. Las metas que quieres conseguir en tu forma de amarte y en la forma de amar a los demás. ¿Cómo te gustaría sentirte y hacer sentir?
Diseñar un plan de acción con las conductas que nos hacen estar acorde con esos valores, y marcar tiempos en los que podemos llevarlos a cabo.
Con uno mismo. Los momentos del día en los que vamos a dedicar un pequeño espacio a amarnos a nosotros mismos, haciendo algo que nos guste, que nos haga mejorar, que disfrutemos, que nos haga sentir que nos valoramos y respetamos a nosotros mismo. (leer un libro, darse un baño relajante, escuchar música que te guste, practicar tu deporte favorito, desconectar del tlf, mails, redes sociales, descansar, dormir bien, comer sano)
Con los demás. Un momento del día o de la semana en el que dejemos salir y demostrar ese amor por las personas que tenemos cerca. Dedicándoles tiempo, atención, preocupación, caricias, gestos, podemos dar amor, compartiendo un café con un amigo mientras le prestamos toda nuestra atención y escucha activa, mandando una canción a alguien que sabes que le gustará, cocinando a tus padres su comida favorita, jugando con tu mascota a buscar la pelota, pidiendo a los abuelos que nos cuenten historias de su vida, etc.
Por todo ello, proponemos celebrar el día del amor, no el 14 de febrero, si no todos los días, y no solamente si tienes pareja, si no contigo mismo y con los demás, hacer un análisis al final del día revisando si hemos dado y nos hemos dado el amor que nos merecemos y merecen, porque lo paradójico del amor es que cuanto más das, más recibes de vuelta. Es una pena que la fuerza que mueve el mundo, no tenga un espacio en cada uno de los días, no un día en cada año.
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