top of page

Supera tu miedo a volar (III)



¿Por qué no desaparece el miedo?

Evitar coger un avión puede volvérsenos en contra puesto que aprendemos que así estamos eliminando el miedo pero, paradójicamente, se da más sensibilización a ese miedo y por tanto éste se ve aumentado, alimentando así ese patrón de fobia.

Cuanto más evito el miedo, más miedo tengo.

Cuando se habla de viajar o de las próximas vacaciones, la persona con miedo a volar procura no participar en la conversación. Al planificar las vacaciones, siempre busca alternativas para desplazarse: barco, coche, tren, bus… todo menos un avión.

Normalmente, el miedo a volar se mantiene porque la persona que lo sufre evita enfrentarse al problema. Si no se enfrenta el miedo, siguiendo unas pautas concretas para poder afrontarlo, no se romperá la asociación entre malestar y volar.

Hay diferentes formas de evitar el miedo, todas con un mismo resultado.

Estas conductas permiten reducir el miedo de forma muy rápida e inmediata. Sin embargo, a medio plazo, la evitación es mala porque evitar aquello que nos provoca malestar hace que cada vez tengamos más miedo produciéndose lo que se denomina sensibilización. Cada vez nos da más miedo volar.

Como consecuencia de esta sensibilización, el miedo suele extenderse y generalizarse, cada vez tememos a más cosas. Tal vez inicialmente sólo teníamos miedo al despegue, pero ahora hemos desarrollado también miedo al momento de embarcar, de aterrizar o, simplemente, preparar la maleta ya nos provoca un intenso malestar.

En conclusión, la sensibilización y la generalización explican porqué las fobias no suelen desaparecer solas.

¿Qué  podemos hacer?

El objetivo es romper la asociación establecida entre viajar en avión y miedo. Para ello se pueden utilizar diferentes técnicas o herramientas :

  1. Técnicas de relajación y respiración para disminuir las sensaciones de malestar creadas por el miedo.

  2. Detección de pensamientos negativos y cambio por otros más realistas.

  3. Identificar los pensamientos que surgen cuando vamos a volar.

  4. Analizar si el pensamiento negativo es racional, sometiéndolo a pruebas objetivas, buscando evidencias o datos que lo respalden.

  5. Buscar las ventajas y desventajas que tiene pensar así.

  6. Cambiar las ideas limitantes por otros pensamientos más objetivos y adaptados a la realidad.

  7. Aplicar estos pensamientos objetivos, antes, durante y después del vuelo. Algunos de ellos pueden ser:

  8. Antes: “puedo hacerle frente a la situación”, “sé pensar racionalmente”, “es normal estar algo nervioso”.

  9. Durante: “otras veces lo he hecho”, “puedo recurrir a la respiración y la visualización en caso de que lo necesite”, “esta ansiedad es molesta pero no me hará daño”, “tras el vuelo me sentiré muy orgulloso de mí mismo”.

  10. Después: “mi trabajo está dando resultados”, “puede que necesite mejorar algo pero estoy muy contento de haberlo hecho”, “los altibajos son normales”.

  11. Visualizaciones que aporten calma o en las que logremos el objetivo exitosamente.

  12. Exposición a la situación temida o exposición en imaginación.

  13. Evaluación de los resultados obtenidos, ajustando o replanteando la metodología en caso de ser necesario.

Es aconsejable ir fijándose pequeñas metas alcanzables para llegar a nuestro propósito final y tener presente que, como casi todo en la vida, se necesita un trabajo específico.

A caminar se aprende caminando y a volar se aprende volando.

Es imprescindible llevar a cabo la práctica poniendo en uso todos los recursos y métodos que se han ido trabajando. Respetar el ritmo de avance de cada uno, sin prisas y siendo conscientes de cada pensamiento, sentimiento y comportamiento para poder actuar sobre ellos.

bottom of page